Mi historia empezó con años de líos y desórdenes con la comida desde que tenía 15 años. Fue un ir y venir de subir y bajar de peso, dietas eternas, mucho ejercicio y todo tipo de extremos y soluciones de moda con tal de "controlar" mi peso. Cuando a mis 38 años me dijeron que estaba en perimenopausia no supe si reírme o llorar. Me sentí vieja, confundida, pero sobre todo sin saber qué camino tomar. La recomendación de mi ginecólogo fue tomar hormonas y todo lo que me explicó sonaba muy prometedor.  Lo que no me dijo ¡es que me estaba prescribiendo anticonceptivos! Fueron tales los efectos secundarios a tan sólo unos días que decidí tirarlos a la basura y empezar a informarme. En ese tiempo yo no tenía la menor idea de cómo la alimentación y el estilo de vida que yo había llevado hasta entonces había creado un caos hormonal, metabólico y sistémico que me tenía llena de síntomas por todos lados: desde palpitaciones, ansiedad y cambios de humor, hasta un acné nódulo quístico espantoso. Finalmente mi ciclo menstrual se detuvo a mis 42 años. Una menopausia temprana, gracias a todo ese desastre.

No fue sino hasta que empecé a estudiar nutrición y endocrinología funcional, que empecé a atar cabitos. Mis síntomas de perimenopausia estaban más relacionados (y amontonados) con una resistencia a la insulina no resuelta, una alimentación muy pobre y un estrés implacable de años, que a la propia perimenopausia. Y no, no estaba imaginando síntomas ni necesitaba un psiquiatra como un cardiólogo me dijo cuando fui a verlo porque vivía con palpitaciones. Y así fue como empecé a tomar la responsabilidad (y eventualmente el control) de mi propia salud en mis manos. Poco a poco fui haciendo cambios en mi alimentación, descubrí el poder de la una verdadera nutrición y un estilo de vida amable para sanar, me olvidé por completo de los extremos y empecé a sentirme mejor que nunca.

Fue un camino largo, de muchos años de estudio, de entender los por qué's y reconectar con mi cuerpo y un poco de prueba y error. Pero también fue un recorrido muy bonito en el que regresé por mi. Regresé por mi cuerpo sometido, abandonado, incomprendido y silenciado por tantos años de transitar por caminos equivocados. ¡También entendí que no fue mi culpa! sino que yo había sido una víctima más de la mala información alrededor de la alimentación que a mí me tocó creer, y de un sistema médico en compartimentos que sólo tapa síntomas sin averiguar más.